sábado, 12 de octubre de 2013

Como una novela

Saludos a todos,

El otro día me pidieron una reseña literaria para un blog sobre educación. Me acordé de un libro que había leído recientemente, y que creo que puede encajar muy bien con el contenido de dicho blog. Se trata de la novela "Como una novela", de Daniel Pennac. Me pareció un libro muy interesante.

Os dejo mi reseña:

Confieso que soy una de aquellas personas cuya pasión por la lectura se ha desarrollado a pesar de esos libros infumables que nos obligaban a leer en el Instituto. Sobreviví a esos tochos aburridos, plomizos, todo lo ilustres que ustedes quieran, pero que mataban aquello que precisamente pretendían alentar. Mi afición a la lectura se gestó, pues, en la clandestinidad.
Recientemente he leído un libro que trata de este tema, y que me ha parecido muy interesante. Su título: Como una novela, su autor Daniel Pennac. Es un pequeño ensayo sembrado de frases ingeniosas y de fácil lectura.
El autor comienza diciendo que, a priori, son muchos los enemigos que tiene la lectura; con frecuencia se alude a la competencia de la televisión, los teléfonos móviles, los videojuegos, Internet… que nos distraen y nos quitan tiempo para ello. Cierto que son tentaciones, que muchas veces usamos como excusas:
“¿Se ha visto alguna vez, sin embargo, que un enamorado no encontrara tiempo para amar? Yo jamás he tenido tiempo para leer, pero nada, jamás, ha podido impedirme que acabara una novela que amaba”, explica el autor.
Aquí desvela una de las primeras claves para enfrentarse a estos rivales: el amor por la lectura. ¿Y cómo fomentar este amor por la lectura? Pues buscando el placer. Para competir con otros placeres como la televisión e internet, el placer de leer:
“Señoritas, no es bajo la forma de vocabulario y sintaxis como la Literatura comienza a seducirnos. Acuérdense simplemente de cómo las Letras se introducen en nuestra vida. En la edad más tierna, apenas han cesado de cantarnos la canción que hace sonreír y dormirse al recién nacido, se abre la era de los cuentos. El niño los bebe como bebía su leche. Exige la continuación y la repetición de las maravillas; es un público despiadado y excelente. Dios sabe cuántas horas he perdido alimentando con magos, monstruos, piratas y hadas a unos pequeños que gritaban: ¡Más! a su padre agotado”, expone. Y pone la guinda cuando dice:
“Un niño no siente gran curiosidad por perfeccionar un instrumento con el que se le atormenta; pero conseguid que ese instrumento sirva a su placer y no tardará en aplicarse a él a vuestro pesar”.
Así pues propone recuperar ese placer que sentíamos cuando nos leían cuentos en la cama:
“Jamás le haremos entender a un muchacho que, por la noche, está metido de lleno en una historia cautivadora, jamás le haremos entender mediante una demostración limitada a sí mismo, que debe interrumpir su lectura e ir a acostarse”, escribió Kafka en su diario. Su padre hubiera preferido que pasara todas las noches de su vida haciendo números.
El temor a no entender coarta la expresión de esta pasión. “Una vez vencido el temor de no entender, las nociones de esfuerzo y de placer actúan poderosamente la una en favor de la otra, porque, en este caso, mi esfuerzo me asegura el incremento de mi placer, y el placer de comprender me sume hasta la ebriedad en la ardiente soledad del esfuerzo”, expone.
Concluye el autor que es muy complicado inculcar el placer y el amor por la lectura en la escuela, tal como está organizada ahora mismo:
“Los libros no han sido escritos para que mi hijo, mi hija, la juventud, los comente, sino para que, si el corazón se lo dice, los lean. Nuestro saber, nuestra escolaridad, nuestra carrera, nuestra vida social son una cosa. Nuestra intimidad de lector y nuestra cultura otra. Hay que fabricar bachilleres, licenciados, catedráticos, la sociedad lo pide, y es algo que no se discute…, pero es mucho más esencial abrir todas las páginas de todos los libros”.

Si queréis visitar este fantástico blog sobre educación:





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